Esta historia seguro que no os dejará indiferentes, ya que esta archiconocida birra fue el eje que mantuvo a todo un país en posición neutral durante la Segunda Guerra Mundial. La cerveza del arpa y el trébol, la stout de cremosa y densa espuma, ¿sabéis ya de qué cerveza hablamos? En efecto, la cerveza Guinness fue el arma que salvó a Irlanda de este conflicto bélico.
Un poco de historia
En septiembre de 1939 el primer ministro británico, Neville Chamberlain, declaró la guerra a la Alemania nazi ante la invasión de Polonia, solicitando apoyo militar a los países de su entorno para afrontar lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, imaginad la sorpresa de los ingleses cuando en el país vecino, el Primer Ministro Éamon De Valera declaró la neutralidad de Irlanda. Este hecho encolerizó al entonces Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill, quien sucedería como primer ministro a Chamberlain en mayo de 1940.
Por aquellos tiempos Irlanda era uno de los países más pobres de Europa, dedicado principalmente a la agricultura a pesar de la escasez de recursos naturales y, además, la necesidad de importar todo tipo de productos básicos lo hacía muy dependiente del Reino Unido, aunque ya habían pasado dos décadas de su independencia.
Sin embargo, había algo que sí producía como nadie más sabía hacerlo, y que ya se había convertido en el mejor antídoto para mantener alto el ánimo de los soldados británicos e irlandeses durante la Primera Guerra Mundial, en la que Irlanda sí participó en el bando aliado.
La cervecera Guinness exportaba por aquellos años la friolera de un millón de barriles de cerveza al año, principalmente a Reino Unido. La fábrica más emblemática de la nación, comprometida y fiel a su bandera, tendría la llave para mantener al país en posición neutral en aquellos tiempos tan complicados.
Guinness contra Churchill. El intento fallido de bloqueo a Irlanda
Irlanda era tremendamente dependiente de sus vecinos. Importaba todo tipo de combustibles, fertilizantes y cereal, por lo que el primer ministro británico no dudó en presionar a Irlanda para forzarle a apoyar al bloque aliado. Considerando la neutralidad de Irlanda como una traición, el 10 de mayo de 1940 Churchill ordenó el corte total de suministros a Irlanda.
Irlanda entró en una profunda crisis; la enfermedad y la hambruna afligieron a la población. Fue entonces cuando el gobierno respondió jugando su mejor carta con la esperanza de lograr reestablecer los suministros a sus ciudadanos, prohibiendo así la exportación de cerveza a principios de 1942.
Rápidamente comenzaron los disturbios en Belfast al agotarse la fuente de placer y consuelo que regaba las gargantas de los caballeros ingleses. Tampoco se hicieron esperar las críticas de los soldados del frente, que encontraban en su cerveza el remedio para el desgaste que les causaba el esfuerzo de la guerra.
La situación se hizo insostenible para el gobierno británico que, viendo cómo sus soldados y ciudadanos perdían la moral y la calma, no tuvieron más remedio que firmar de inmediato un acuerdo para el reabastecimiento de cereales a Irlanda.
La cerveza como instrumento de resistencia política
Fue entonces cuando el gobierno irlandés entendió el poder de su cerveza como instrumento político.
Pocos meses después, la fábrica Guinness hizo un guiño al gobierno al quejarse de la falta de carbón para la producción de cerveza. El gobierno irlandés respondió decretando de nuevo la prohibición de las exportaciones, forzando de este modo al gobierno de Churchill al consiguiente pacto de reabastecimiento del combustible.
Estos hechos fueron repitiéndose hasta que la intervención de los grandes, Estados Unidos y Rusia, hizo menos importante el apoyo de los irlandeses al bando aliado. Por esos tiempos, Irlanda ya había restablecido su producción agrícola y había conseguido mantenerse en su posición hasta el final de la guerra. Todo ello gracias a su cerveza, el mejor ángel de la guarda de los irlandeses.
Queda claro. Nunca se ha de subestimar el poder de una buena cerveza!