El consumo moderado de nuestra bebida favorita, la cerveza, comparte una serie de características con la comúnmente denominada hormona del amor o la felicidad, la oxitocina. Esta poderosa hormona, estimula la formación del contacto emocional y contribuye al estrechamiento de lazos entre las personas, lo que resulta un efecto similar que el que se produce al ingerir el contenido alcohólico de nuestra cerveza, ¿curioso verdad?
Esta pequeña proteína, descubierta a principios del siglo pasado, es liberada al flujo sanguíneo, ejerce como neuromodulador en el sistema nervioso central modulando comportamientos como la confianza, la formación de vínculos positivos, la simpatía, y teniendo además un papel fundamental en los patrones sexuales, entre otros.
En la actualidad, investigadores de la Universidad de Brighton, confirman que consumir alcohol de forma moderada produce el mismo efecto que la citada hormona que aparece al mirarse a los ojos durante un largo tiempo, al abrazarse o durante el acto sexual.
Por ello, no es ninguna sorpresa que tras unas cervezas, o alguna única de mayor contenido alcohólico, sintamos una cierta confianza, se fomenten las relaciones sociales y haya relajación del lenguaje no verbal, así como un comportamiento de mayor generosidad y empatía.
Queda así refutada nuestra experiencia empírica con una base científica, y es que la cerveza… ¡nos aporta un momento de verdadera felicidad!